La miel es una solución sobresaturada en azúcares, por lo que cuando bajan las temperaturas, disminuye la solubilidad de estos en la poca agua que lleva (alrededor del 18%), y se forman cristales sólidos, pero en ningún momento pierde sus propiedades, se estropea o hay que desecharla. Este es un proceso normal, que se dará más rápidamente en mieles de néctares con más glucosa (en la miel de azahar, por ejemplo.), que es un azúcar menos soluble, pero que puede no darse o darse mucho más tarde o más lentamente en mieles de alto contenido en fructosa (encina y roble), azúcar más soluble. La cristalización es un proceso normal, no tiene ninguna implicación negativa.
La miel que se ha cristalizado puede seguir utilizándose para los mismos usos que la miel líquida.
Por ejemplo, para endulzar bebidas como el café, el té o la leche. Además, si el líquido está
caliente, tardará muy pocos segundos en mezclarse con éste.
Un truco para que la miel no cristalice es mantenerla en un lugar donde las temperaturas no bajen de los 20 grados. Aunque esto tan sólo servirá para que el proceso de cristalización sea más lento.
Si lo que quieres es que tu bote de miel cristalizada vuelva a encontrarse en su estado líquido anterior, puedes introducir el tarro en una cazuela con agua tibia. Someter la miel al baño maría puede ayudarte a que poco a poco recupere su estado líquido.
Pero, ¡ojo! Porque calentar la miel a una temperatura que supere los cuarenta grados puede afectar a sus propiedades y hacer que pierda algunos de sus beneficios para la salud.